NUESTROS RINCONES
reportaje
GARAZI
Parece evidente que no será una noche cualquiera
Martes 8 de noviembre, 22:30 de la noche. Mientras en EE UU Donald Trump está a punto de hacerse con la victoria en las elecciones, un grupo de personas con inquietudes artísticas se agolpa en la barra del bar Garazi. Como cada martes, esperan disfrutar del concierto de Jazz que el establecimiento les lleva ofreciendo desde hace ya cinco años. Y vaya si lo hacen. El termómetro marca 3 grados centígrados en la calle, y el fuego del tabaco parece el único remedio a esta gélida temperatura. Pero en el interior todo es distinto, todo es calor. Los aplausos. El alcohol. Las voces. Parece evidente que no será una noche cualquiera.
Dentro del Garazi encontramos gabardinas, fulares, boinas, guantes y bufandas. Vasos de cerveza y kalimotxo. Quizás también algún Gin Tonic. Muchos estudiantes del Conservatorio de Música de Pamplona o eternos aspirantes a serlo se juntan en grupos, deseosos de dejarse llevar por la música y evadirse de todo lo que le rodea. Kerman, guitarrista, nos confiesa que este bar es ya como su segunda casa; un local al que lleva viniendo desde que apenas podía andar. “Opino que sería muy duro dejar de lado algo que lleva formando parte de mí desde hace casi veinticinco años”. Leyre y Sara, estudiantes de piano y violín respectivamente, nos informan de que pese a que ya han tocado en ocasiones anteriores, no lo harán esta noche. “Me parece interesante escuchar a otros colegas darlo todo. Cada músico tiene un matiz distinto que aportar; cada interpretación es una lectura de una misma intención” aclara Leyre.
Las puertas del Garazi abrieron en 1985, cuando una maña llamada Marisa cuyo sueño era ser gogó, decidió, junto a su novio, crear un espacio nocturno dedicado al rock en Pamplona. Con una marcada vocación musical desde su juventud en la ciudad de Zaragoza, decidió inaugurar un espacio que sería considerado desde entonces como el más icónico bar de conciertos en la capital navarra y que acabó con la escasez de locales dedicados a los conciertos en la provincia. Decidió llamarlo Garazi en honor al personaje de la actriz Silvia Munt en la película “Akelarre”, de Pedro Olea (1984). “Escuché ese nombre y lo decidí. Llamaría al bar “Garazi”. Me gustó.
Orgullosa, nos cuenta que su bar no es un bar cualquiera. Por él han pasado prestigiosos músicos de carácter nacional e internacional: desde La Fuga hasta Marea, pasando por Barricada y algunos artistas extranjeros, Garazi ha ido, con el paso de los años, convirtiéndose en todo un referente en la noche pamplonica. Marisa, que se sabe pionera, relata cómo viajaba en los años 80 a Londres y a Holanda para hacerse con vinilos que aún no estaban en el mercado español y que posteriormente ella pondría de moda. Entre estos recuerdos figuran las maquetas que, grupos legendarios como Rage Against The Machine o Smashing Pumpkins grababan en aquel entonces.
Desde 1985, el Garazi ha estado abierto por 31 años, y pese a que al principio estaba más bien enfocado al rock, es en la actualidad un espacio que hace las delicias de todo tipo de aficionados. Por ejemplo, los martes se destinan al Jazz, género musical que hasta hace pocos años apenas tenía cabida en Navarra. “La gente cree que el Jazz es aburrido, cuando lo cierto es que existen distintas clases de jazz que pueden resultar interesantes para todos”. También apunta que el papel del Conservatorio resulta clave para que la gente pueda disfrutar de este estilo musical en Pamplona. Al tratarse del único conservatorio público que ofrece el grado superior en Jazz en toda España, pronto la ciudad se llenó de artistas deseosos de probar suerte en los garitos nocturnos. “Me propusieron organizar Jam Sessions y así lo hice. Tuvieron muy buena recogida, y ahora el Jazz ya se toca hasta en el Hotel Tres Reyes”.
Las Jam Sessions son encuentros informales de improvisación musical, actuaciones de gente que toca por placer propio después del concierto organizado, sin nada escrito ni ensayado. Marisa nos cuenta que a menudo, músicos que ni siquiera se conocen se atreven a tocar juntos, solamente por tener una nueva experiencia. Según la dueña del Garazi, todo el mundo disfruta de estos momentos. “Siete u ocho músicos se atreven a dar el salto, se lo pasan en grande, y los espectadores aún más.”
Pero este local no abre solamente los martes, y está muy lejos de ser un bar de mera temática Jazz. Los jueves y viernes el rock viste el escenario del Garazi, y a lo largo del fin de semana hay espacio para otros estilos distintos como el funky o el soul; incluso para amables conciertos a los que acuden familias completas y de los que disfrutan tanto grandes como chicos. Por lo tanto, podemos decir alto y claro que el Garazi cubre todo tipo de demandas: cualquiera puede disfrutar de su estilo de música favorito en un establecimiento familiar y alternativo.
Al preguntarle sobre la elección de qué conciertos y eventos se ofrecen en el bar, Marisa nos explica rápidamente que todo el mundo es libre de tocar en Garazi, simplemente se requieren un par de gestiones. Ella solo necesita un poco de información sobre el grupo, una maqueta que le convenza, y sin más dilación ofrece a estos músicos de todas partes del mundo una oportunidad de hacerse oír. El cariz internacional de los artistas que Marisa escoge para su famoso local queda patente cuando nos explica que “Ahora mismo están tocando un vasco, un argentino y un norteamericano que viven en Barcelona. Y el jueves tendremos a unos franceses cantando, tocando y bailando claqué.”
Tristemente, el futuro del Garazi es muy incierto. Tras un largo y reconocido recorrido, al Garazi le ha salido una numerosa competencia que trata de hacerse con sus más habituales clientes. Los nuevos bares del Casco Viejo de Pamplona están perjudicando seriamente el status que este bar tenía hasta hace poco. Ella se mantiene optimista, argumentando que los clientes fijos irán rotando y cambiando pues ese es el ciclo común de todo local de estas características. Sin embargo, para un bar pequeño como el Garazi resulta realmente arduo competir contra grandes e innovadores locales que tratan de ofrecer otras vías de entretenimiento.
Ante esta situación, a Marisa no le queda más que recurrir al ingenio y a la imaginación, organizando actividades creativas cada semana. Evidencia de ello es el hecho de que hace 7 años organizaba, cada miércoles, una fiesta para los estudiantes que venían a Pamplona mediante el programa de intercambio Erasmus. No obstante, pronto todos los bares comenzaron a imitarles, y esta idea tan original pasó a ser una alternativa más. Igualmente, todos los jueves, siguiendo la dinámica de toda la ciudad, se ofrece un original programa de concierto + pintxo, una iniciativa que, según nos confiesa, está funcionando muy bien. Por poner otro ejemplo, en un concierto en la reciente noche de Halloween, todos los músicos iban disfrazados de monstruos y criaturas terroríficas. “Hay que hacer cosas distintas para que el cliente venga cada semana. Se debe procurar que no sea algo monótono y rutinario”.
Marisa cree lógica la archiconocida máxima “renovarse o morir”, pues está claro que solo las ofertas más originales y únicas acaban cosechando éxitos. No obstante, ella se mantiene fiel a unos principios y a su gusto artístico, mientras, a carcajadas, nos aclara que “Me da igual tener que cerrar el local, pero jamás voy a poner reggaetón ni pachangueo en el Garazi. Si los universitarios no quieren visitarnos, ellos se lo pierden. Que disfruten y que vayan a bailar a San Nicolás”.
Tras esta charla tan agradable, nos despedimos del Garazi con un buen sabor de boca. Pese a los múltiples problemas vecinales y las multas a las que han tenido que enfrentarse, Marisa anhela seguir al pie del cañón, como ha hecho hasta ahora, por un tiempo más. Esperemos que este proyecto que comenzó hace más de 30 años siga siendo, para las generaciones futuras, un lugar de resistencia a la música más comercial y simple; un oasis en el que disfrutar del rumor de un saxofón cercano, del color dorado de una cerveza fría y de la risa de gente con las mismas aspiraciones.