Kocograpa es uno de esos proyectos que rezuman ilusión y esperanza. Uno de esos reductos de vocación que reman contra el maremoto de las dificultades económicas y de los prejuicios. Y también la prueba de que es posible vivir del arte.
Su inspiradora, Araitz Urbeltz, natural de Pamplona, se licenció en Bellas Artes por la Universidad de Barcelona (UB). Al regresar a su ciudad natal, comenzó la aventura a la que todo recién graduado se lanza: la búsqueda de un empleo y la labranza de una vida profesional. Pero no es tan sencillo para quien vive entregado a una de las disciplinas más vapuleadas e incomprendidas en la sociedad. Tras encontrar su hueco impartiendo cursos de dibujo y manualidades en algunos locales de Pamplona, decidió abrir su propio taller en febrero de 2013. La adversidad lo golpeó y, tres años después, hubo de cerrarlo. Pero Araitz no se resignó a abandonar aquello que la apasionaba.
La prueba de que es posible vivir del arte
Desde entonces, ha continuado el trabajo desde su casa, donde no ha perdido un solo atisbo del tesón con que emprendió su gran aspiración. Ahora, atiende a sus potenciales clientes en las cafeterías o allá donde haya que desplazarse. Tras un mostrador antes o ante un humenate expreso ahora, Kocograpa palpita de vida y arrojo. Tal vez sea sólo el principio.